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Educación Científica en República Dominicana: regulación y planificación

Actualizado: 31 mar 2020

Por José De los Santos Hiciano


La educación científica constituye el pilar fundamental de cualquier sistema de enseñanza contemporáneo. Ningún modelo educativo mínimamente racional, puede desdeñar, ni ignorar la importancia estratégica de la Educación Científica para alcanzar las metas de desarrollo que se plantean todos los Estados, tanto en lo social como en lo humano. Sin embargo, la currícula latinoamericana, aferrada culturalmente al modelo escolástico desde la época de la colonización; se ha negado a evolucionar en ese sentido; ignorando en la práctica, (aunque no en la retórica) el papel fundamental de la educación científica y reduciendo su rol a un mero ritual de memorización y repetición de conceptos, desvinculado de la realidad y sin utilidad práctica.


Desgraciadamente, ese rezago histórico ha dado sus frutos. Quinientos años después somos el continente con los peores resultados en las mediciones periódicas que se les hacen a nuestros estudiantes en lectura comprensiva, matemática y demás indicadores relacionados con la educación científica. Peor aun: El estado permanente de subdesarrollo que nos acompaña como una tara inmutable; así como la brecha digital y tecnológica que nos distancia de las posibilidades de competir con el primer mundo en investigación, desarrollo e innovación, son fenómenos que no podrían explicarse causalmente, a menos que establezcamos una relación de implicación de estas falencias con las deficiencias crónicas de nuestro currículo en ciencia.


Pero, ¿qué debe entenderse por educación científica?

Es la enseñanza y el aprendizaje de la ciencia a personas no científicas, como niños en edad escolar, estudiantes universitarios o adultos dentro del público en general. El campo de la educación científica incluye el trabajo en el contenido científico, el proceso científico (el método científico), algunas ciencias sociales y algunas pedagogías enseñanza. Los estándares para la educación científica brindan expectativas para el desarrollo de la comprensión de los estudiantes durante todo el curso de su educación y más allá”. (Revista Sciencie Education, 2017).


La UNESCO y otras organizaciones internacionales, preocupadas por la calidad de la educación en América Latina, vienen ocupándose de este tema desde finales del siglo pasado. El reto planteado es hacer realidad la implementación de un currículo en ciencia, orientado a dotar a los protagonistas principales del acto educativo de las competencias necesarias para aprovechar su potencial intelectivo en la comprensión de los fenómenos que le rodean, en la detección de problemas y en el desarrollo de habilidades para procurar soluciones creadoras o innovadoras.


En ese orden, Harlen, W., (2010), sostiene que “las experiencias de aprendizaje debieran reflejar una visión del conocimiento científico y de la indagación científica explícita y alineada al pensamiento científico y educacional actual. Todas las actividades del currículo de ciencias deben profundizar la compresión de ideas científicas, así como tener otros posibles propósitos, tales como propiciar actitudes y habilidades”.


Un sistema educativo que se tome en serio la educación científica, desde temprano prioriza la explotación del potencial creativo del sujeto y su capacidad para formularse preguntas inteligentes sobre los fenómenos de la realidad que captan su atención. La escuela se convierte en un terreno fértil para despertar la curiosidad intelectual y el interés por la comprensión que conduce al pensamiento crítico y a la innovación.


Marcelo, B., (2016) establece que "la formación o cultura científica debe adquirirse desde los primeros años de la escolarización y, en especial, antes que se produzca el abandono, ya que en muchos de los países de la región hay altas tasas de desvinculación antes de la finalización de la educación media", (pàg. 2).


Lo anterior significa que la educación científica es educación para la vida, por cuanto resulta útil, dentro y fuera de la escuela. Debe estar presente desde los primeros años de escolarización, independientemente de las contingencias que impacten el futuro educativo del dicente. Los temas relacionados con la ciencia y la tecnología deben constituir el eje central de la estrategia curricular, en consecuencia, la actividad científica debe ser un elemento consustancial en el proceso de formación integral, que sirva de fuente de inspiración y diversión para todos los actores del proceso educativo en todas sus etapas.


El interés por el fortalecimiento de la educación científica es una perspectiva, que trasciende la mera persecución de competencias técnicas puntuales en el educando o que el individuo alcance el dominio de determinadas áreas de la ciencia para su desempeño laboral particular. Se trata de una estrategia mucho mas abarcadora, ya que por un lado se propone superar los parámetros del sistema educativo tradicional, anclado invariablemente en la transferencia de conocimiento y por el otro lado, apuesta al nacimiento de una cultura de la educación científica capaz de generar un nuevo ser humano, que al decir de Harlen, W., (2010), debe ser formado en un sistema educativo en el que “Todas las actividades del currículo de ciencias deben profundizar la compresión de ideas científicas, así como tener otros posibles propósitos, tales como propiciar actitudes y habilidades”.


Este modelo educativo abarca la formación integral de la persona, incluyendo sus valores cívicos y su visión del mundo. De ahí que, la propuesta de cambio va orientada hacia la transformación de los actores fundamentales del proceso educativo: familia, estudiantes, maestros, gestores y Estado.


Las nuevas orientaciones sobre la educación científica, vienen impactando las políticas públicas de República Dominicana en materia educativa, por lo menos a nivel conceptual desde 1997, con la promulgación de la Ley General de Educación. En su artículo 5, esta normativa le asigna un lugar preeminente a la formación científica y tecnológica. En ese orden se dispone que uno de los fines de la educación dominicana es "formar personas, hombres y mujeres, libres, críticos y creativos, capaces de participar y constituir una sociedad libre, democrática y participativa, justa y solidaria; aptos para cuestionarla en forma permanente; que combinen el trabajo productivo, el servicio comunitario y la formación humanística, científica y tecnológica con el disfrute del acervo cultural de la humanidad, para contribuir al desarrollo nacional y a su propio desarrollo". (Ley 66-97).


En ese mismo orden, el artículo 63 de la Constitución dispone que "el Estado definirá políticas para promover e incentivar la investigación, la ciencia, la tecnología y la innovación que favorezcan el desarrollo sostenible, el bienestar humano, la competitividad, el fortalecimiento institucional y la preservación del medio ambiente... la inversión del Estado en la educación, la ciencia y la tecnología deberá ser creciente y sostenida, en correspondencia con los niveles de desempeño macro económico del país.


El Plan Decenal de Educación 2008-2018 reconoce el rol del docente en la implementación de un modelo de educación en la ciencia, al establecer que"el maestro es protagonista principal en la reivindicación de la ciencia y la tecnología en el aula y son los programas regulares de formación de maestros los espacios más idóneos para desarrollar al maestro en aquellas competencias esenciales para el trabajo con sus estudiantes.


En el caso de las TICs, cuyo uso es más transversal, la SEE (Ministerio de Educación) viene desarrollando programas especiales para su personal docente. Esos programas serán consolidados para asegurar que cada profesor maneje las TICs, tanto en el aula como en las tareas administrativas asociadas al aula. Además, se continuará apoyando a los maestros y maestras del sistema para adquirir computadoras y acceder a las redes de la Internet”. (PDE).

Ley 139-01, sobre Educación Superior Ciencia y Tecnología, también asume como uno de sus fines "realizar, impulsar y difundir la investigación científica, la innovación, la invención y el desarrollo tecnológico, así como las formas más avanzadas y valiosas de creación en el campo de la educación, la ciencia, la cultura, el arte y la tecnología”.


En consonancia con la normativa anterior, en su Plan Estratégico, el MESCYT decide apostar a los jóvenes y se plantea lo siguiente: "el Estado Dominicano, tiene la responsabilidad y el deber de apoyar en forma sostenible y estimulante, aquellos jóvenes que desde los niveles de la educación básica muestren un interés y una vocación especial por la ciencia y la tecnología. Para ello, el Estado se encargará de crear las condiciones sociales y económicas para que estos jóvenes y sus familias se vean comprometidos con su formación. Las iniciativas bajo este lineamiento partirán de la identificación de estos jóvenes en etapas tempranas de su educación para luego ser objeto de un seguimiento particular por las autoridades del sistema de educación pública. Entre los aspectos sociales a ser cubiertos por el programa se pueden mencionar los siguientes: (página 116).


La Ley 1-12 sobre Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, en su artículo 25 plantea algunos objetivos interesantes relacionados con la educación basada en la ciencia y la tecnología. Se trata del compromiso más ambicioso asumido por el Estado Dominicano en materia de un modelo de desarrollo integral basado en la investigación científica y tecnológica. Dentro de los objetivos específicos y las líneas de acción que se consignan en esa planificación se encuentran:


a)"crear una masa crítica de docentes-investigadores por medio de la formación de maestros y doctores en universidades de reconocida calidad mundial y la atracción de profesionales de alto nivel residentes en el exterior, con criterio de igualdad de oportunidades" y b) "crear un sistema de incentivos a instituciones y estudiantes, incorporando criterios racionales de equidad, para asegurar la formación de profesionales en las áreas de ciencia y tecnología y otras especialidades que resultan claves para el desarrollo nacional y la competitividad, como es el caso de la formación de docentes para una educación de calidad".


Sin embargo, un sistema de Educación Científica es mucho más que marcos legales y planes estratégicos. Es indispensable una política de Estado que apueste por un modelo de desarrollo, cuyo núcleo central sea la educación científica. Esto implica una ruptura radical con el sistema tradicional y por tanto, una reorientación total de la estrategia educativa, que implique entre otras cosas:


a) Redefinir prioridades para la inversión en educación, haciendo énfasis en la educación científica.


b) Una reforma curricular que impacte, no solo el contenido y los recursos para el aprendizaje, sino también la forma como se practica la enseñanza. Es importante motivar en el estudiante, la capacidad de comprensión de ideas científicas fundamentales, en términos de significado, importancia, utilidad y relación con la vida real. La utilización de una metodología de enseñanza que despierte interés y fascinación por la actividad científica.


c) Creación de un nuevo perfil del docente en ciencia. Solo un científico está legitimado para servir de facilitador en educación científica.


d) Un sistema integral de identificación y reclutamiento de talentos especiales.


e) La planificación estatal en materia de educación científica, debe ser evaluada por resultados concretos. Es necesario convertir lo conceptual en real y el compromiso, en hechos cumplidos. Las políticas públicas no deben agotarse en la mera formulación legal o en la atractiva retórica que se plasma en los Planes Estratégicos. Resulta indispensable la decisión política y una conciencia colectiva, que no cuestione ni dude al momento de destinar un porcentaje razonable del Producto Interno Bruto, (PBI), para afianzar aquellas áreas estratégicas para el desarrollo como la educación científica y la explotación del potencial tecnológico.



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